KM OrKd
2011-03-14 19:17:56 UTC
No sé si todos tengamos la misma cantidad de puertas. Pero todos tenemos muchas. Un montón de puertas, puertitas, portones.
O sea: puertas.
Las puertas se van abriendo a medida que uno crece y se desarrolla, aquella puerta la abren tus padres, aquella otra los niños del colegio, aquella otra el primer amor.
Puertas.
Algunas puertas no se van a abrir nunca: son aberturas vedadas por alguna circunstancia externa a nosotros; alguna injusticia; alguna ceguera de puertas; puertas de ático y no tenemos escalera, puertas al sótano y nos da miedo la oscuridad.
Puertas que no tenemos acceso a su candado ni tendremos ever.
Unas puertas las abrimos ya más a conciencia y profundizamos lo que exista detrás. Take a look and enjoy the ride. Ingresamos sigilosos o cantando villancicos a los cuatro vientos (a veces dudosos, a veces seguros) a la habitación de esa puerta y elaboramos algún concepto, caminamos por algún sentimiento nuevo -el que abrió la puerta-, nos asustamos con alguna circunstancia y quizás, salgamos dando un portazo. Esa puerta, a veces, queda cerrada con candados y cinco llaves. Otras veces tenemos Lo Jack, otras veces tapiamos la puerta.
Puertas cerradas. Cerradísimas.
Alguna vez alguien puede ocurrírsele que tal o cual puerta deberíamos probar abrirla. -"Mire usted, yo opino/creo/sugiero que debería intentar por aquel lado". Y uno, durante años, quizás deje el consejo en el arcón de
Se abre una nueva puerta.
Y uno al adentrarse en ese habitáculo desafiante de pronto...se encuentra cómodo...de pronto...no está tan mal...de pronto...
De pronto no es que no se sepa qué hacer EN, sino CON esa habitación.
Habitaciones arrolladoras.
Pero ése, ése es otro escrito.